19 de agosto de 2017

El espacio impermeable de las estaciones del Metropolitano*

Por Simone Censi


La ciudad contemporánea se puede considerar como una maquina muy compleja cuyo funcionamiento requiere del aporte de un alto número de actores con conocimientos especializados.

La gestión de una gran cantidad de aportes es una tarea muy delicada y a veces se nota una falta de visión general o una incapacidad de coordinar con provecho algunos temas transversales a las varias acciones singulares. Las características espaciales de un centro urbano resultan ser una de las cuestiones frecuentemente ignoradas, en cuanto se encuentran fuera del ámbito de competencia del arquitecto, concentrado en el edificio particular, y del urbanista, preocupado sobre todo por las dinámicas sociales, económicas y funcionales de la ciudad.

El tema espacial queda así ignorado y eso se nota bien cuando se miran los espacios residuales de la ciudad, espacios que se generan tras largos procesos de modificación y muchas veces faltos de calidad arquitectónica. Este ensayo quiere enfocarse en la difícil relación entre el espacio público de la ciudad y el sistema de estaciones del Metropolitano (Lima), subrayando la importancia de una crítica que no solo se enfoque en las obras construidas sino que mire también a los caracteres espaciales y al uso de todo el entorno físico del hábitat humano, que tenga o no pretensiones arquitectónicas.

Las estaciones del Metropolitano son elementos que podrían generar grandes ventajas en la ciudad gracias a sus grandes flujos, pero en realidad resultan herméticas al espacio urbano que las rodea y son privadas de cualquier tipo de relación con los edificios cercanos. Estas estaciones son elementos concebidos según un elevado nivel de especialización el cual solo permite que los usuarios, una vez al interior, queden a la espera del medio de transporte. Por el tiempo de espera de los usuarios no se prevé ningún tipo de actividad que no sea la misma espera y como consecuencia el espacio de estancia viene aislado y resulta privo de cualquier interacción con actividades comerciales o de diversión.


Estación Canaval y Moreyra del Metropolitano (Lima). Fuente: El Comercio

Esto afecta tanto al usuario del Metropolitano como al mismo tejido urbano. El espacio de cada estación es un espacio que tiene reglas propias y horarios de apertura y al cual se puede acceder solo tras el pago de la entrada. Esto significa que tal espacio se puede considerar de alguna forma extraterritorial y aislado de su contexto. En este caso se podría hablar de espacios múltiples como espacios que presentan caracteres distintos y que se encuentran uno adentro del otro. Tales espacios, a pesar de que tengan áreas una al interior de la otra, resultan profundamente distintos en cuanto a sus caracteres. Según esta perspectiva se puede notar cómo los espacios de las estaciones del Metropolitano pueden quedar tan impermeables a su entorno.

Enfocándose en el tema del uso y observando la relación con el entorno construido es posible darse cuenta de las potencialidades que podría ofrecer el flujo de usuarios del Metropolitano pero que se desperdician. Desde siempre la interacción social y comercial generada en los cruces viales, en las estaciones de intercambio o en las áreas de grandes flujos ha determinado el nacimiento o el desarrollo de los centros urbanos y esto es un fenómeno al que no se debe renunciar. Cuando hay interacción las ventajas son evidentes y esto en Lima se nota muy bien, dato que, en comparación con otras grandes ciudades del mundo, tiene procesos muy rápidos.

En Lima se nota que en los alrededores de los paraderos de autobuses se desarrolla una fuerte presencia de comercio que por un lado va a ocupar las plantas bajas de los edificios y por otro lado crece en manera informal. En específico el comercio en las plantas bajas resulta ser muy importante en cuanto garantiza accesibilidad al servicio por parte de la población vecina, porque constituye un presidio que garantiza un cierto grado de seguridad en la calle y porque favorece la densidad y el desarrollo en altura de la ciudad con una variedad de funciones diferentes.

Es fácil notar cómo la estaciones del Metropolitano no favorecen estas dinámicas, al revés, resultan impermeables y aisladas del entorno construido. Sobre el tema del comercio informal hay que decir que la rigidez de la organización de las estaciones del Metropolitano por un lado garantiza una alta eficiencia en cuanto a transporte pero por el otro no permite la evolución de procesos que desde siempre han contribuido a la evolución de las ciudades y podría ser interesante tratar de formalizar tales procesos en vez de interrumpirlos.

Perder ocasiones favorables al desarrollo de un comercio de barrio que aproveche de los flujos desfavorece la interacción entre vecinos y sostiene una idea de ciudad construida por compartimentos, un modelo que favorece a los centros comerciales. Las estaciones del Metropolitano se proponen como elementos extraterritoriales entre ellos, iguales y reconocibles, que unen en red espacios entre ellos distantes según una lógica de relaciones reticulares que se enfocan más en el criterio de distancia temporal que en la distancia espacial.

Mirando la cuestión espacial se nota cómo estas estaciones contribuyen a fragmentar el espacio público de la calle porque constituyen un obstáculo tanto físico como visual que se pone en el centro de la vía. La ciudad resulta así ulteriormente compartimentada según una idea por la cual cada espacio tiene un alto nivel de especialización funcional en el que las dinámicas no interactúan; el contrario de cuanto se está haciendo con proyectos urbanos contemporáneos que buscan un uso mixto del espacio público, como en el caso de las Superillas de Barcelona.

El tema del transporte urbano no puede ser de exclusiva competencia de la ingeniería que se propone solucionar el problema de la movilidad sin pensar en las dinámicas que cada sistema genera en el tejido urbano, modificando profundamente su uso. Es importante que la arquitectura se enfoque en todos los aspectos del espacio construido, ofreciendo sugerencias e impulsando grandes o pequeñas modificaciones, consciente de que el entorno urbano vive procesos de continua modificación que van acompañados y que no se pueden simplemente proyectar y abandonar a su destino. El caso de las estaciones del Metropolitano enseña que sería importante buscar siempre una relación entre los elementos que definen el espacio urbano y tratar de generar más interacciones posibles en vez de limitarlas, esperando que los nuevos proyectos de sistemas de transporte en la ciudad de Lima tomen en cuenta los fenómenos relacionados al uso y los caracteres espaciales.


* Ensayo finalista en el Primer Concurso Nacional de Crítica Arquitectónica (2016).

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